Museo de Las Colecciones Reales, Madrid

1999. Primer Premio.

1999. Primer Premio.

La tecnología y medios a nuestro alcance nos permiten fabricar una fachada postesada de sillería en celosía, como en los hórreos gallegos, con dominio del macizo y alargadas ranuras horizontales: negras sombras que multiplicando un sistemático efecto de basamento filtran el sol de poniente. La exposición de los fondos del museo se realiza en un hermético “cofre” dentro de un inmenso vacío excavado, con claras referencias a las iglesias enterradas de Eritrea, a la instalación “agua pesada” de James Turrell o a las de Michael Heizer. Las salas se van sucediendo mediante un recorrido lineal de desniveles espaciales a medias alturas, relacionados por rampas, que se incorporan al espacio expositivo. Se consigue así que las alternativas de alturas adquieran un fuerte protagonismo, jugando con los espacios comprimidos y los espacios abiertos y dilatados. La potencia y brutalismo del cofre en su aspecto exterior contrasta con la delicadeza interior: El contenedor de hormigón frente al estuche de madera. Y esta madera en color ébano, es el fondo neutro en el que flotan descontextualizadas las piezas expuestas.